Escribir es drenar lágrimas vueltas tinta sobre el papel secante.
Poesía

Selección de Monica Maravini

ABRAZO III
 
Por un instante el tiempo se detiene,
         el viento queda suspendido
                 y el silencio invade todo.
                 Y en un abrazo interminable
                 se revuelcan,
                        se invaden
                               y se funden.
Hay fiesta de corales y de helechos,
          de estrellas,
                   de cangrejos
                          y ballenas.
Los faros de todas partes emiten sus señales.
        El cielo se colorea y brilla intermitente.
 
Y es todo un mar que se convierte en hombre.
                  Y es apenas un hombre que se vuelve mar.
 
TRIZAS
 
El tiempo de las flores,
el del calor o la brisa gélida,
inesperados.
Niños parecen viejos y viejos se tornan niños.
El cansancio de lejos
                            avanza.
Su fuerza de bestia me tira,
                     derrama mi sangre,
                            derrumba mis huesos,
                                                       avasalla.
 
Trizas antes de hora.
 
Aguardo la noche,
         el instante preciso
                   que cierra los ojos
                           y mece lo que queda.
 
                   Hundirme en un campo de trigo y amapolas.
                             Resistir con la fuerza del olivo.     
 
POCO A POCO ME INVENTO
 
   Me inquieta no creerle a la alarma que suena y arrojarme, sin redes, por la ventana abierta.
   Me recuerdan a monstruos los trenes y los subtes, cíclopes de metal con sus únicos ojos, que brillan y encandilan.
   Me preocupa salir por la puerta incorrecta, equivocar la esquina, perderme por las calles y no encontrar mi casa.
   Se me escarcha la sangre y el corazón galopa si un ave se acerca y agita sus alas.
   Me acechan asesinos en las sombras, los ladrones se llevan mis tesoros y se pierden mis cosas a plena luz del día.
   Me despiertan pesadillas. Y yo escapo, corro y corro, pero en vano, nunca llego al presente.
   Mi alma se acongoja si un gato negro cruza, si la baba del diablo me roza, si se cae un cuchillo o la sal se derrama.
   Pero también encuentro tréboles de cuatro hojas, conservo la medalla del ángel de la guarda y escondo, por las dudas, un as bajo la manga.
   Contra el miedo al derrumbe, a la ráfaga helada que tumba y envenena, a la mano de hierro contra la garganta, me cuelgo el San Benito, enciendo un par de velas y doy vuelta la taba.
   Unas plantas de ruda, de incienso y de romero. El agua de la fuente. Los cristales de cuarzo. Las lechuzas despiertas. El espanta pesares, los santos y los perros. Todos, en guardia, alertas, velan mientras yo sueño y, poco a poco, resulta: poco a poco regreso.
   Desde hace unos días duermo con las luces apagadas.
   Y, poco a poco, clarea. Y, poco a poco, me invento.
 

 

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