Así como la vida, la página se renueva en cada oportunidad.
Poesía

Delirio en el fondo del pozo

Sentado en el fondo de este aljibe sin agua,

donde reina la oscuridad y el silencio,

oigo el eco de voces lejanas que se disipan al querer atraparlas,

tanteo las paredes húmedas en busca de un lugar donde asirme.

 

Solo corre un pequeño chorrito

Siento la textura del musgo,

Intento de suavizar el rugoso ladrillo.

 

Cansado de gritar por el sonido ajeno,

Me dispongo a absorber esta negrura.

Invaden fantasmas, ilusiones,

Acechan los monstruos de la culpa,

Se burlan las hienas de la autocrítica,

Levantan sus martillos los jueces de la soberbia

Declarando “incapacidad” a todos los logros obtenidos con pena y sin gloria.

Tigres hambrientos recuerdan que el fin está cerca

Si el alimento no llega.

El hambre voraz carcome las ganas, drena las energías,

Ya ni siquiera existe la lucha por sobrevivir.

 

Pero déjame un ratito más

No me encandiles con el faro externo

Déjame acostumbrarme a la oscuridad

Mis ojos empezarán a ver por sí mismos

Disolviendo ilusiones

Amigándose con los ratones

Compartiendo con ellos la última migaja.

 

Poco a poco vislumbro las salientes piedras

Como asidero para trepada alpinista sin sogas,

Ubico los pies y las manos estratégicamente

para hacer la escalada

Solo.

 

SI quieres tírame una soga

Solo para hacerme sentir más seguro,

Pero no me alces a la fuerza,

Quiero elegir dónde poner mis huellas

Y agradecerle a cada piedra su punto de apoyo.

 

No me tires un baldazo para que se llene el pozo,

Deja que mis lágrimas sirvan para crear un reservorio,

Un estanque donde poder nadar

Y acercarme así a la superficie desde dentro.

No me malinterpretes, agradezco tu intento de ayudar

Pero necesito ver lo que hay aquí dentro

Descubrir las grietas por donde se coló el agua original

Cantar yo mismo un ritual a la lluvia

Valorar las fuerzas esenciales más allá de lo aprendido,

Acaso evaporarme y al vaho salir en nuevo espíritu de lucha.

Luego podré rescatar mis huesos y mi piel

Armar de nuevo la bolsa,

Ejercitarla y hacerla andar a los propósitos del vaho.

 

Lo que sí te pido, querido amigo, si me quieres bien,

Es esperarme a  la orilla del aljibe

Y aguzar tu oído para escuchar mi débil voz

Cuando clama por una gota de miel,

Una pluma para agregar a mis alas,

Una rama para trepar cuando me sienta seguro.

 

Saldré,  buen amigo, con mi bolsa de piel al hombro

De hienas y tigres y jueces, para enterrarlo en otro pozo,

Y le colocaré una lápida que diga:

“Aquí yace la escuela donde he transitado,

sobrevivido

y aprendido a volar”.

 

Silvia Munton

abril 2014

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