Estar atento a las estafas
Mi pequeño relato de enojo y estafa es insignificante comparada con las grandes redes de corrupción a nivel mundial.
El que un banco se asocie con una compañía de seguros para debitar automáticamente de la cuenta de un jubilado la cuota de una prima por accidentes personales no solicitada resulta en un monto irrisorio al lado de los millones de dólares que corren por narcotráfico y trata de esclavas.
La impotencia de no poder acelerar el trámite de devolución del dinero así “tomado prestado” por meses hasta que el cliente se da cuenta, o averigua dónde llamar para desconocer el contrato, sin mencionar la desconfianza en futuras operaciones con quien debería ser el “protector”, no es nada comparado con el impacto indecible de perder un hijo en manos de torturadores fascistas ocultos.
El trato amable de los empleados que “entienden la situación” y aseguran que el caso está en proceso de evaluación, mientras el banco utiliza el dinero ajeno para sus propias transacciones, es “pura educación” al lado de la hipócrita desfachatez de autoridades que expresan su pesar por la situación que está pasando la familia damnificada, sin poder solucionar el problema, aún menos devolver al muerto.
Claro, ¿qué abogado llegaría a la justicia por 2000$ de “errores” en desmedro de un cliente?
Dejar pasar para no amargarse es insatisfactoria respuesta para quien pretende una vida clara. En fin, habrá que elegir sabiamente las batallas a las cuales dedicarles la energía. Por ahora la mía es esta:
Si me van a engañar, por lo menos les devuelvo en espejo el trato que se ha convertido en procedimiento habitual, “que si pasa, pasa”: NO ESTA BIEN. Y que lo sepan todos.
Todavía es VALOR: pedir permiso, respetar al prójimo, acordar los negocios con mutuo consentimiento. También lo es rever y enmendar errores.
S.M.M
Octubre 2018
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